Prádena – Historia

Prádena es un pueblo cargado de historia. Ya durante la edad de los metales, hace unos 4000 años, hubo asentamientos en la zona, tal y como atestiguan los restos encontrados en la Cueva de los Enebralejos.

Después llegaron los romanos, que le dieron su nombre, ya que Prádena proviene de Pratum (Prado), lo que nos habla de la importancia de sus pastos. En el municipio de Prádena se han encontrado además de yacimientos romanos se han encontrado restos de la época poca visigoda.

Durante los siglos VIII, IX, X y XI el territorio de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda que se fundó en el S.XI sirvió de frontera entre reinos cristianos y musulmanes, alternándose el dominio cristiano y musulmán.

En el año 753, el rey cristiano Alfonso I realiza la primera reconquista cristiana de este territorio, liberando la villa de Sepúlveda del poder musulmán y llevándose a gran parte de su población cristiana al reino de Asturias, lo que propició el abandono de la comarca y el retorno a manos musulmanas. La victoria en la batalla de Simancas en el año 939 permitió a los reinos castellanos avanzar por el valle del río Duratón, hecho que permitió en el año 940 la reconquista de Sepúlveda por parte de Fernán González, primer conde independiente de Castilla, el cual inició una primera repoblación cristiana de este territorio. Para atraer pobladores a estas peligrosas tierras de frontera, se concedieron ventajas fiscales, personales y de organización político-administrativa conocidas como “derecho de frontera”, entre las cuales figurarían distintos usos y aprovechamientos del territorio. Así, en el año 970, García Fernández, nuevo conde de Castilla, confirma el “Fuero de Sepúlveda”. Se tiene constancia que en el año 979 Ibn Abi Amir ataca la villa de Sepúlveda en dos ocasiones, siendo rechazadas ambas acometidas, pero en 984 Almanzor conquistó Sepúlveda y la sometió de nuevo bajo el poder musulmán, aunque no logró repoblarla con pobladores musulmanes y se mantuvo una población cristiana a base de fuertes contrapartidas económicas.

Aprovechando una guerra civil en Al-Andalus, Sancho I, en el año 1.010, consigue que Sepúlveda sea devuelta al dominio de Castilla. Inmediatamente se produce una nueva y definitiva repoblación cristiana y se confirma de nuevo el “Fuero de Sepúlveda”. A partir de entonces comienza una época de esplendor en esta Comunidad de Villa y Tierra, convirtiéndose en un gran bastión castellano al sur del río Duero.

En el siglo XI, tras la “reconquista” se repobló la zona, fundándose la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, que estaba dividida en ocho comarcas. Prádena forma parte de Villa y Tierra de  Sepúlveda desde que se fundó hasta hoy en día, siendo Prádena cabeza del Ochavo de Prádena.

Ochavo de pastos y actividad ganadera principalmente que le dieron su época de máximo esplendor durante el siglo XVIII, gracias a la trashumancia y al comercio de la lana. Por el término municipal pasa la Cañada Real Soriana Occidental.

Fueron los ricos comerciantes de lana quienes a través de donaciones mandaron construir la imponente iglesia de San Martín de Tours, de estilo neoclásico, y que fue terminada en 1797.

Entre la obra civil destacan los grandes caserones con escudos heráldicos tallados en piedra caliza, con tejado segoviano, y en los que también pueden verse algunas fachadas adornadas con el conocido esgrafiado segoviano. Muchas ventanas y balcones aparecen protegidos por rejas y forjados.

A partir de los años 50 del siglo pasado sufre las consecuencias de la emigración a la ciudad, como atestigua la aldea abandonada de Matandrino, una de sus pedanías. Hoy en día la economía de Prádena se basa en la ganadería, el turismo y el sector servicios.

La Trashumancia

La ganadería de la oveja fue el motor de la economía de Prádena durante siglos, lo que ha dejado huella en la gastronomía y tradiciones de la localidad y en el paisaje. Por toda la sierra discurre la Cañada Real Soriana Occidental, conocida como la cañada de la vereda de la sierra.

Los hombres marchaban en noviembre con sus rebaños hacia tierras extremeñas, en busca de mejores pastos, para regresar en primavera. El día de San Andrés (30 de noviembre), los mozos del pueblo se vestían con cencerros, badajos y esquilas, y celebraban “La Cencerrada”, llenando el pueblo de sonidos a modo de despedida, ya que no verían a sus padres hasta su regreso, en primavera.